Kaas
Era 1986...

La familia acababa de reunirse para celebrar el Día de la Madre. Los regalos, los abrazos, la comida, la bebida, la música, todo se había aprovechado. Para esa fecha los hermanos viajaban de los distintos lugares del país para ir a felicitar a su madre. Todos los años el mismo ritual.

El día de la madre pasó pero en un mes sería el Día del Padre. Todo era diferente, por lo menos ese año, y alguno más.

No había sido el padre ideal. Enfrascado en planes para sus campos, las mujeres y la bebida le habían distanciado de su familia. Hasta hace unos pocos años atrás se mostraba violento llegando incluso al maltrato físico. Ellos no le reconocían como tal, o no querían reconocerlo, sus hijos le habían ido perdiendo el cariño y respeto, a cambio un sentimiento nuevo se estaba apoderando de ellos, el rencor. Con los años todo mejoraría, entonces no.

Era el día del padre de 1986, la pequeña había cumplido 9 años casi el mismo día...

Para entonces ya había escuchado, muy de paso, cosas sobre su padre. No le gustaban, era muy pequeña para entenderlo así que no lo entendía pero veía tristeza y enfado en el rostro de su madre, de sus hermanos. Por otro lado pensaba que no sería tan malo puesto que su madre le amaba y le había perdonado todo el tiempo. Alguna vez fue testigo de maltrato físico, era muy pequeña.

Aquella mañana no había música en casa, los hermanos no habían venido, la comida era como la de cualquier otro día, nada especial. No habían regalos. Le vio caminar por casa, pesaroso. Pensó, con sus 9 años, que aquella situación era triste, muy triste, así que resolvió cogerle unas monedas a su madre, de la cajita de las monedas de la tienda, en el mercado del pueblo. Mientras llegaba se fijó en un pequeño frasco de perfume con forma de cochecito, el líquido era de un azul intenso, era al final un perfume barato. Llegó, vio que su madre estaba ocupada y, con más miedo del que creyó, le cogió unas monedas, lo que costaba el cochecito azul. Se fue.

Llevaba escondido el pequeño perfume en uno de sus bolsillos, en casa, los hermanos que aún vivían allí, estaban ocupados así que se dirigió a la cocina. De uno de los cajones de la vitrina, tan vieja como la casa, saco un trozo de papel de regalo usado, no era una artista (entonces) así que envolvió lo mejor que pudo el cochecito y se dirigió a la habitación de su padre que estaba ahí leyendo el periódico.
"Feliz día Papá"

Sentado al borde de la cama, como estaba, bajó el periódico. Ahí, en el umbral de la puerta de su habitación estaba su pequeña hija con las manos tras la espalda. Ella se acerco, le dio un abrazo y le entregó su regalo quedándose unos minutos para ver como lo abría.
"Gracias Hijita"
La abrazo fuerte. Ella se fue alegre, estaba feliz porque su padre había tenido un regalo en su día. Antes de salir vio alguna lágrima asomarse a sus ojos, le había dado la sorpresa y estaba feliz.  Luego de aquello su padre salio de su habitación a contarle a sus otros hijos de su regalo, lo mostraba, se perfumaba. Todos le felicitaron, era un día del padre sin comida especial, sin bebidas, sin todos los hermanos, ¿sin regalos?, no. Era un día del Padre con un regalo: el cariño e inocencia de la pequeña de la casa.

No sabia de cosas de mayores, pensaba que los problemas eran cosas de mayores no de ella, no sabia de rencores, sí de miedos. No sabia más de lo que debe saber una niña.

Respecto al dinero que cogió, se decía a sí misma que no había robado, lo había tomado prestado y cuando fuera grande y trabaje lo devolvería.
Kaas
Han pasado casi 4 años...

Sus ojos lagrimeaban, no podía contenerlas más, la situación le estaba apretando, se le hacía difícil respirar, decir, sentir...

Era su primer amor. ¿Amor?. No, su primera gran ilusión tal vez, la que había estado esperando con ansias, con deseo, con miedo. Ella tenía lo que él buscaba: paciencia, gracia, inteligencia, buen humor, ganas de enamorarse y soledad. Él apareció así derrepente, sin avisar, sin pedir permiso, sin siquiera presentarse. Era lo que ella deseaba, algo inesperado capaz de sorprenderla, capaz de alejarla de su realidad, capaz de enamorarla...

La distancia fue letal. Estuvo siempre presente, desde el primer saludo, las primeras letras, las primeras sonrisas, el primero beso, el primer abrazo, las primeras lágrimas. Las últimas lágrimas. Apareció y se instaló con fecha de partida abierta, desconocida para ellos. Se acomodó a la situación y le gusto este nuevo sitio, lo hizo suyo.

Todo era tan perfecto.

Los deseos de verse, de encontrarse, de perderse entre sus brazos. Las familias apreciaban su amor aún con todas sus facilidades, aún con todas sus dificultades. Todos lo sabían. Los amigos, los familiares, los conocidos, todos estaban ilusionados y hasta sentían envidia (de la buena al parecer, si es que ésta existe). Los encuentros fueron pocos. Para mantener la llama se agenciaron de todo aquello que pudiera acercarlos, todo valía, todo...

No fue suficiente.

Las vidas de ambos debían continuar así. Con la distancia de compañera llego la tristeza, las sonrisas eran menos, el sentimiento de soledad volvía y daba paso a otro peor aún: el sentimiento de pérdida. ¡Que noches interminables!, ¡que días cortos!. Fuera la gente seguía sus vidas, ella no era capaz de seguir la suya.

"Ya no me siento enamorado de ti". Se le cortó la respiración.

Era una nueva sensación. Dolorosa, pesada, angustiante, gris. Aún así continuaron, ambos tenían temores: él de estar confundido y perder a la mujer de su vida, ella de estar enamorada y creerse incapaz de sentirse así otra vez. Siguieron hasta que se encontraron, esta vez para siempre. No hubo emoción, ni besos ilusionados, no hubo un fuerte abrazo ni un "bienvenida a mi vida", todo lo que hubo fue un par de desconocidos aferrándose al pasado. Mucho silencio.

Nada fue como se imaginaron, ya no eran uno, hace mucho que sabían lo agotado de sus sentimientos. Víctimas del temor a equivocarse no lograron dar fin a tanta angustia. No a tiempo. Entonces... Sus ojos lagrimeaban, no podía contenerlas más, la situación le estaba apretando, se le hacía difícil respirar, decir, sentir... 

Ella le tomo de la mano con el deseo de afrontar lo que venga de una buena vez. Era un día soleado, flanqueados por el monte y el mar, entre te quieros, tengo miedo y no me dejes terminaron con tanto amor. ¿Sí?. No, terminaron con tanta angustia. Nunca hubo tanto llanto, tantas lágrimas, tantos besos compasivos, tanto dolor en dos personas que un día creyeron amarse por encima de un tercero en la relación, por encima de la distancia. No hubo un "para siempre". Se perdieron la pista, no se siguieron más. Todo se volvió gris. Antes de irse ella le escribió una carta que guardo de tal manera que él la encontrara facilmente. Le dio dos besos y se fue muy temprano por la mañana. En la carta le daba las gracias por tantos momentos felices pues eran esos los que ella recordaría, le deseaba toda la felicidad del mundo y le pedía que se enamore y fuera feliz, que no dudara que ella lo sería.

Han pasado casi 4 años. Él aún vive en su recuerdo como un ser especial, ella... no lo sabe pero cree que sí, quizás como un recuerdo doloroso guardado en un rincón poco visitado de su corazón (o al revés). Cree que se ha vuelto a enamorar, es un chico maravilloso y además era uno de los puntos del "Concilio" creado por ambos. Sus vidas han tomado rumbos diferentes, el uno no sabe del otro. Se han llorado por meses, por años quizás pero siguen sus vidas de la mejor manera posible. A su manera.

Dicen que toda historia tiene un final, pero en la vida...cada final tiene un nuevo comienzo.
Kaas
Esta mañana el desayuno ha estado liviano: cereales con yogurt, la conversación de Vicky y sus amores perros, y en la tv para variar El Encantador de Perros. Una mañana casi perruna. Haciendo saping nos hemos topado con algo así como...de todo un poco, y entre ese poco un viaje, un país, su gente, su tierra...

Surgen las preguntas ¿A qué suena y qué ritmo tiene? Suena a huayno y marinera, a negroide y vals criollo, a polka y cóndor pasa, a cajón y quijada de burro, a quena, charango, zampoña, sicu, violín y guitarra. Suena también -y se mueve- a ritmo de Danzantes de Tijeras y Shacshas, a Eva Ayllón y Gianmarco, a Pedro Suarez Vertíz y Arturo Zambo Cavero (Q.E.P.D), a Juan Diego Flores y Uchpa, a Mar de Copas, la Liga del Sueño, Líbido... Tantos sonidos.


¿Y qué color tiene? ¡Todos los colores! El verde de la selva -del Machu Picchu-, el azul del Pacífico y el cielo, el blanco de Arequipa en su arquitectura y Huaraz en sus nevados, en sus montes el acre-marrón-verde-negro-gris (un poco de todo), el beige del desierto de Nazca y las arenas del mar, aunque en estas hay más gris y algo de blanco. ¡Los colores del arco iris pintados en la bandera del Imperio Inca! El rojo, amarillo, fuccia, celeste, naranja y todos los colores de sus trajes típicos, de sus plazas, sus calles, sus aves... Tantos colores.


¿Y a qué sabe? Tiene varios sabores. Picante y salado sabe a: cebiche y papa a la huancaína, a chicharrón de cerdo y picante de cuy, a cebiche de pato y rocoto relleno, a tiradito y seco de cordero, a anticucho y salchipapas, a caldo de gallina, ají de gallina y arroz a la cubana (con su plátano frito), a palta (aguacate) y tamales, a ocopa y pollo a la brasa. Salado y dulce, sabe a: humitas, chifa (bien taypá-generosamente servido) y las diversas mezclas típicas gastronómicas. Refrescante y dulce sabe a: Inca Kola, pisco sour, limonada, chicha morada y cerveza Cuzqueña, a mazamorra morada y suspiro limeño, a quinua y kiwicha, a raspadilla con jarabe de maracuyá y cremolada de piña... Tantos sabores.

He sentido nostalgia...

Hace unos meses estuve por ahí, y antes de eso hace un par de años, y antes de eso... media vida. He oído que algunas personas se declaran y sienten ciudadanos/as del mundo. Me gusta como suena y lo que significa, pero debo decir que en mi caso hay un lugar que tira de mi, me ata, me atrae, me enamora, me extraña (¡seguro que sí!), mas no me limita. He conocido y conozco gente maravillosa, gente de muchos lugares y de ninguno, gente que reniega y gente que se sabe orgullosa, digna y merecedora de pertenecer a un lugar, sentirse "parte de", que añora, que llora y ríe si recuerda y quizás pronto se reencuentre.
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Kaas
Quien no ha tenido sueños...

¿Alguien ha realizado alguno?, ¿va camino a realizarlo?, ¿se pueden tener sueños todavía?, ¿alguien aún los tiene?.

A veces, cuanto más se piensa en los sueños (no el dormir sino el soñar, imaginarse a futuro), más frustración se siente. Bueno, la frustración es un sentimiento como cualquier otro, un estado anímico quizá, una experiencia más que nos puede sumar o restar; depende de cómo sea vista.

Pero, en estos tiempos, ¿todavía esta permitido soñar?.

Intento reflexionar sobre la pregunta y creo que no tengo una respuesta, mas sí otra pregunta: ¿qué sería de la vida sin los sueños?. Si Marco no hubiera soñado con encontrar a su madre se hubiera perdido todas aquellas aventuras, y nosotros también;  Si el equipo de fútbol Español (la roja) no hubiera soñado con un mundial quizá ahora muchos hubieran seguido reprimiendo gritos, cantos, y lágrimas de alegría; Si Vargas Llosa no hubiera soñado con ser un buen escritor (y sigue soñando con serlo) quizá no escribiría de esa manera que encandila, quizá no hubiera ganado un Premio Nobel.

Ojeando mi cuadernillo, el de la portada de 9 pies, me encuentro con un texto que tomé de Alessandro Baricco, de su novela "Esta Historia"...
Mi Padre era un hombre muy rico (...). Lo dilapido todo siguiendo un sueño absurdo (...). Cuando empezó a vender las propiedades yo me fui donde mi madre y le pregunte ¿por qué no lo detienes? (...). Mi madre me dio una bofetada y luego me dijo: "Si amas a alguien que te ama, nunca desenmascares sus sueños. El más grande, e ilógico, eres tú".

Me he dado cuenta que la vida esta llena de interrogantes. Muchas preguntas, pocas respuestas o quizá todas pero... No sabemos leer entre líneas, estamos muy ocupado con rutinas y crisis, liadísimos intentando parecernos a alguien, quizá a ese ser que imaginan los demás. ¿Y si estamos perdiendo el tiempo?, sí, perdiéndolo en el intento, en la perfección...

A veces, apetece sólo soñar y no despertar jamás. Supongo que si las madres no enseñaran a soñar a sus hijos (y no nutrieran sus sueños) ahora seríamos un ejercito autómata. Sí, porque soñar también es sentir, es sentirnos más reales. Tan reales como:

- Los que soñaron con volar, y volaron, algunos son pilótos, otros aventureros;
- Los que soñaron con navegar, y navegaron, algunos en barco, otros sobre una tabla de surf;
- Los que soñaron con descubrir mundos, y los descubrieron;
- Los que soñaron con cantar, y cantaron, algunos son profesionales;
- Los que soñaron con salvar el mundo, y trabajan o son voluntarios en ONGs de ayuda a pueblos marginados;
- Los que soñaron con ser padres, y lo son, algunos de 20 alumnos, otros de 20 niños de la calle, abandonados...

La lista es larga. Ahora, para alcanzar un sueño hay que tener fuerza de voluntad. 

Que difícil.
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