Cada vez me convenzo más de que los días son irremediablemente cortos -me dice-. ¿Los meses siguen teniendo 30 (31) días?. Cómo es que no me doy cuenta!!! Creo, sin miedo a equivocarme, que tengo la respuesta: Me he hecho mayor...

Aún recuerdo -continúa- viejos reencuentros...
La casa me parecía enorme. Venían mis tíos, mis primos, todos mis hermanos y mis sobrinos. Mi madre y mis hermanas mayores cocinaban. Para esa noche ponían el mantel rojo, también las bandejas, platos, tazas y cubertería destinada para fechas especiales. Los niños corríamos por toda la casa (ese día estaba permitido desordenarla) y nos preguntábamos si tendríamos regalos. Mi padre alguna vez nos dijo que aquella era la fiesta de los niños puesto que ese día nació un ser especial que vino al mundo para amarnos y salvarnos de los malos, por eso las familias lo celebran. Una explicación resumida para esas edades.

Hace una pausa, suspira, recuerda, no la interrumpo.

Alrededor de la mesa, todos de pie, escuchábamos en la radio la cuenta regresiva. Los mayores con sus copas de champagne en la mano y los pequeños con los vasos de refresco. Las campanas sonaban, tres, dos, uno... ¡Feliz Navidad! Todos hacíamos chin-chin y bebíamos, luego nos abrazabamos, nos dábamos besos y nos deseábamos muchas felicidades. Mi madre lloraba, siempre lo hace en fechas así, suponía (a esa edad) que le embargaba la alegría de ver a su familia reunida o quizá echaba en falta seres queridos que jamás volvería a ver. Chocolate caliente, carne asada, panetón, pan de manteca, etc, etc. Que banquete. ¡Todos a cenar!

Sus ojos se han humedecido, le paso la mano por el hombro y sonrío, parece que se anima y continúa...

Recuerdo una en especial, ya todos habían brindado y empezábamos a cenar. Uno de mis hermanos dijo: ¿No van a ver qué les ha traído Papa Noel?. Eramos dos pequeñas, mi sobrina y yo (me hicieron tía muy pronto), corrimos a las habitaciones y encendimos la luz y entonces... En mi cama había un bulto cubierto con las frazadas, me lleve las manos a la boca ahogando un grito y me acerque despacio, lo destapé con mucho cuidado, debajo estaban una muñeca bebé con su coche de paseo. Salí corriendo a decírselo a todos, con la muñeca en mis brazos y el coche a rastras, creo, no recuerdo bien pero sí recuerdo la felicidad que sentí, mi sonrisa imborrable y las ganas de sacar a "mi bebé" a pasear por el pueblo. Mi sobrina recibió algo parecido, estaba igual de feliz que yo. Durante algunos años, le escribimos cartas bien decoradas y de gran caligrafía hasta que, en la pubertad, nos dijeron los verdaderos nombres de nuestro Papá Noel. No sufrimos.

Se ha detenido otra vez.

En la cafetería del centro comercial suena una canción que dice: "Tú que estas lejos de tus amigos, de tu tierra y de tu hogar...". Sus grandes ojos, más humedecidos aún, me miran, me dicen que necesita parar, dejar los recuerdos descansar y asimilar el presente, ahora, tan distinto en su vida. Me da dos besos y se va. Antes me dejo esta frase: Cada año las Navidades se hacen más comerciales, menos familiares y ambiguas puesto que mucha gente no sabe ya ni que sentido tienen, ni lo que celebran. Un mero intercambio de regalos.

Pienso en ello.

Es triste, visto así, pero parece cierto lo que me cuenta. Pienso que algo de degeneración hay, o mucha pero quizá deberíamos recordarnos, en estas fechas, cuál es el verdadero sentido de la Navidad para poder disfrutarla como tal y no permitir que sea sólo un pretexto para comprar, comprar y comprar, adquirir marcas, organizar banquetes, hipotecar esta fecha. Pero ¿es posible no caer en el consumismo navideño?

¡Basta de cuestionamientos!. Uno final, ¿nos hacemos un regalo? Sí, me apetece hacer un detalle, porque los detalles ilusionan y la Navidad es ilusión, reencuentro familiar, amor, perdón... tantas cosas.

¡Feliz Navidad a todos! En especial a todas las personas que quiero y a aquellas que este medio me ha permitido conocer. Suerte, valor y voluntad con el 2011, aprovechémonos de el.

Aquí mi  regalo con cariño y humildad: